martes, 22 de abril de 2008

La Vírgen del Panecillo de Quito: Fusión de Elementos Sintetizados por Agustín de la Herrán Matorras

Apareció en el cielo una señal grandiosa: una Mujer, vestida de Sol, con la luna bajo los pies y en su cabeza una corona de doce estrellas. Apareció también otra señal: un enorme Monstruo rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos. Y la Mujer dio a luz un hijo varón, que debe gobernar a todas las naciones con vara de hierro. El Monstruo se lanzó en persecución de la Mujer. Pero a la Mujer le dieron dos alas del águila grande para que volara lejos de la serpiente.

Apocalipsis XII, 1-14


Al llegar a Quito mi interés principal, como también lo fue en otras de las ciudades visitadas, era ver cuáles son las devociones que llegaron de la Madre Patria que perviven en la actualidad. Aquí me encontré con una famosa devoción mariana: la Virgen del Panecillo, que fue realizada en 1976 por el escultor español Agustín de la Herrán Matorras, pero cuya devoción originaria, la Inmaculada Apocalíptica, se sitúa siglos antes, con la llegada de las ordenes religiosas para la evangelización de la Audiencia de Quito.

En el cerro del Panecillo, llamado así por la forma de pequeño pan, se encuentra la monumental escultura de la Virgen del mismo nombre, obra que más bien considero como una fusión de vírgenes. Esta tiene como base la Virgen del Apocalipsis, lo cual se deduce de manera inmediata por la iconografía que narran los Evangelios Apócrifos, y cuyo modelo de representación fue establecido posteriormente por el tratadista y pintor Francisco Pacheco; las alas, por ejemplo, son el mejor elemento de identificación, así como también la serpiente. Pero la Virgen del Panecillo también posee elementos de una imagen realizada en el siglo XVIII por escultor quiteño Bernardo de Legarda, que a su vez refiere a una virgen apocalíptica.

El autor de la actual escultura realizada de aluminio hizo una “réplica” de la Virgen de Legarda, según nos advierten los quiteños que Alfredo y yo encontramos durante nuestra visita al monumento; pero analizando sus formas, encuentro que tiene elementos la Virgen del Apocalipsis original entre otros provenientes de la mano del artista.

La Virgen de Legarda es monumental. Con tan sólo treinta centímetros de altura aproximadamente, se puede mirar en el museo del convento San Francisco (que encuentra en restauración). La pieza es de gran bellaza y excelente talla, se encuentra acompañada de otras esculturas de vírgenes del Apocalipsis del mismo autor.

De esta manera Agustín de la Herrán tomó elementos de la Virgen del Apocalipsis original, de la Virgen de Legarda, y añadió sus ideas plásticas para la realización de su obra, que, pienso, es una buena síntesis de las devociones marianas colocada en un lugar que posee una fuertes carga histórica.

Llama la atención el hecho de que la escultura de la Virgen del Panecillo se encuentre en la cúspide de un cerro que tiene gran relevancia histórica. Allí, durante la época preincaica se erigió un templo dedicado al culto de Yavirac, dios del sol. Empero este lugar también presenció luchas, fue utilizado como sitio de defensa durante la Batalla del Pichincha en la que se enfrentaron las tropas realistas y el ejército de Antonio José de Sucre, con la que concluyó la Independencia de Quito el 24 de mayo de 1822.

En la actualidad el cerro marca la división entre el sur y el centro de la ciudad. La Virgen del Panecillo no sólo es visitada por los extranjeros sino también por los quiteños, quienes describen con detalle y emoción el origen de la escultura de siete mil piezas que hoy es considerada la mayor representación de aluminio del mundo.

Sucre pide volver a ser la Capital de Bolivia.

Sucre en las altas tierras, desbordando
el amarillo perfil de los montes,

Hidalgo cae, Morelos Recoge

el sonido, el temblor de una campana

propagado en la tierra y en la sangre.

Pablo Neruda, Canto general (Fragmento)

Las primeras ideas que dieron origen a la independencia de Sucre, entre ellas la de autonomía, se desarrollaron en la Universidad de san Francisco Javier. De ésta salieron gran parte de los criollos que llevaron a cabo una de las primeras revueltas ante la llegada del representante de la Junta de Sevilla: José Goyeneche, la cual dio origen al primer movimiento emancipador de Sudamérica. Resulta sorprendente que recientemente, del mismo lugar, salieron estudiantes a manifestarse en las calles, los cuales se enfrentaron con las autoridades dejando como resultado a jóvenes muertos; este hecho se conoce como “Noviembre negro”. Dicho grupo de estudiantes simpatizan con el movimiento político de Sucre que demanda la capitalidad plena.

El poder en Bolivia está distribuido en dos importantes ciudades: La Paz y Sucre, la primera es considerada la capital oficial y en ella reside el poder ejecutivo y legislativo. La segunda deja de ser la capital en 1899 y en ella se encuentra el poder judicial; todo lo cual ha generado un gran debate en Sucre y una situación social tensa.

A casi doscientos años de la Independencia de Sucre -antes llamada Ciudad de la Plata debido a la gran cantidad de minas que de ese material tuvo durante la colonia- sigue vigente la lucha por su autonomía y capitalidad; estudiantes y habitantes escriben pintas en los muros de los edificios blancos, hay mantas y propagandas políticas pegadas por todas partes que hablan de la inconformidad por dicha situación, tienen un tono violento, fuerte: culpan al actual presidente Evo Morales de no haber realizado lo que prometió.

Me parece pertinente decir entonces, que es una ciudad inconforme, que según nos cuentan algunos de sus habitantes, está polarizada. Es cierto que muchos jóvenes estudiantes y parte de la sociedad civil están en desacuerdo con el gobierno de Evo Morales, aunque también hay quienes lo apoyan; incluso es sabido que en La Paz tiene más adeptos.

Al igual que en varios países del sur de América, Bolivia se encuentra luchando por una estabilidad política, no sé si puedo decir que es una sociedad polarizada, lo que sí puedo decir es que Sucre no representa a Bolivia entera, hay vastos sectores indígenas y otros que necesitan ser escuchados y que en el caso de los primeros, poco a poco se han ido incluyendo en la participación activa que sigue en la lucha, como siglos atrás, pero dentro de otras circunstancias, quizá mejores ahora. Me recuerda a muchos pueblos de México, la fuerte presencia indígena entre sus calles y mercados me trasladan a confirmar la identidad latinoamericana, que sigo buscando.

Fotos de Alberto Torres



miércoles, 19 de marzo de 2008

jueves, 13 de marzo de 2008

Si pudieras elegir una flor o planta que representara tu país, ¿Cuál escogerías?

Por: Lorena Botello

Ayer, Alfredo y yo conocimos el Jardín Botánico José Celestino Mutis, un jardín que en su nombre alude a uno de los primeros naturalistas que estudió la flora de Colombia. Celestino Mutis llegó al Reino de Nueva Granada como médico del Virrey Pedro Messía de la Cerda, éste quedó sorprendido con la flora y propuso a la Corona Española la realización de una expedición botánica. Sin embargo no fue apoyado y fue hasta 1783 que el Virrey Caballero y Góngora lo impulsó y le brindó su colaboración para llevar a cabo el tan anhelado proyecto.

Su sobrino Sinforoso Mutis, continuó con la labor botánica y en 1809 fue designado Director Científico de la Expedición Botánica por el Virrey Amar y Borbón,. Así mismo S. Mutis cobró relevancia durante el proceso de Independencia, ya que en 1810 fue uno de los criollos que se manifestó en contra de los peninsulares que pretendían quedarse con los puestos del Ayuntamiento, integrado fundamentalmente por criollos. Posteriormente fue designado por el Cabildo como Diputado del pueblo y miembro de la Junta Suprema de Gobierno, y como tal firmó el acta de Independencia.

Durante la estancia en dicho lugar, Alfredo y yo pudimos observar la riqueza natural que posee Bogotá. Llegamos con la expectativa de poder conocer la Mutisia clematis, una planta que creímos sería representativa de Colombia, ya que ésta posee características singulares en relación a las demás plantas típicas. Su término fue acuñado por Linneo cuando J. C. Mutis le envió material de su Historia Natural, con la finalidad de que éste la revisara; Linneo señaló al respecto: “jamás he visto una planta tan particular, su flor es de singenesia, presenta zarcillos, las hojas son compuestas y tomentosas, el hábito es de clemátide; ¿quién había visto una planta semejante en este orden natural?, la llamaré Mutisia y su nombre inmortal, el tiempo no lo podrá borrar”. Sin embargo, durante nuestro recorrido, comenzamos a preguntar, tanto a los jardineros como a los paseantes: “si pudieras elegir una flor o planta que representara tu país, ¿cuál escogerías?”. Entre las plantas y flores que más se mencionaron, como símbolo de la identidad colombiana encontramos: la palma cera, la planta de coca, la orquídea “Flor de mayo”, la Mutisia, la amapola, el árbol de quina, los anturios y las rosas.

Lo relevante fue que muchas personas coincidieron en que la palma de cera, por su fortaleza, es la que más representa a los colombianos, así como también la planta de coca, ésta requiere de más cuidados en comparación con la amapola que es más resistente. Señalaron también que aunque “se le de un mal uso” al añadirle químicos y convertirla en cocaína, es un arbusto que fue muy usada por los antiguos indígenas por sus propiedades medicinales y se sigue utilizando. Desde ahí radica su importancia, y en ese sentido, puede representar a Colombia, a pesar, además, del estigma que existe en relación al narco. La Mutisia clematis, que teníamos pensado sería una buena exponente de la flora e identidad colombiana, ni siquiera fue mencionada.

Alfredo y yo coincidimos con aquellas personas (la mayoría) que señalaron a la palma de cera como símbolo de Colombia, empero, considero que la planta de coca forma parte de su cultura e identidad. Para Alfredo la amapola, por ser una planta más resistente y que requiere de menos cuidados, puede representar muy bien a Colombia.

lunes, 10 de marzo de 2008

Impresiones de Caracas: calidez humana, arquitectura contrastante y Bolívar

“Las buenas costumbres,
y no la fuerza,
son las columnas de las leyes;
y el ejercicio de la justicia
es el ejercicio de la libertad”

Simón Bolívar

Al salir del aeropuerto, camino a la capital venezolana, se vislumbraba una ciudad cálida, tanto en su ambiente social como en su clima. Como casi todas las grandes ciudades Caracas tiene, en la periferia, zonas habitacionales marginadas, de las ventanas de sus edificios se asoma la ropa de sus habitantes, y una que otra manta que expresa su apoyo a Chávez.

En el centro de Caracas es impresionante observar los enormes edificios, relativamente viejos, ya que fueron hechos, según me comentaba un taxista, en la década de los años ochenta. Llama la atención el hecho de que en la gran mayoría de las ventanas de éstos, desde la planta baja hasta el último piso, tienen protecciones de metal estilo “pecho paloma”, lo cual le da singularidad a tales construcciones, sin embargo, según me comentaba el mismo taxista, éstas fueron hechas para protección, debido al alto índice de robo en décadas anteriores.

Mientras se camina entre sus calles esa calidez que se percibe desde el inicio se torna un tanto pasional, es decir, entre más se adentra uno en sus calles se logra percibir un ambiente político tenso, si uno se acerca a conversar con la gente puede encontrar diferentes opiniones, personas que están tanto en contra como a favor de su actual presidente. Uno se topa con reuniones chavistas en la Plaza Bolívar, con múltiples pintas a favor de Chávez y de las FARC, pero sobre todo con diversas pinturas murales y propagandas políticas que aluden a Simón Bolívar, y ¿Qué significa el hecho de que haya numerosas alusiones a Bolívar?, este hecho ¿da cuenta de que Bolívar está más vigente de lo que creemos, o es sólo el icono por el icono de una figura histórica que fue relevante en el mundo entero? Estos son cuestionamientos que surgen en una conversación con Enrique Vázquez y que seguimos sin resolver.

El imperio los cría y el narcotráfico los une, en Gaceta de la Imprenta Nacional. 5/III/ 2008. Caracas

lunes, 3 de marzo de 2008

Historiadora: Lorena Botello


Soy Lorena Botello, estudiante de la licenciatura de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, tengo 23 años, actualmente curso el último semestre de dicha licenciatura y el último año (de tres) del idioma italiano.

Como historiadora tengo un profundo interés por estudiar la Revolución Mexicana, el arte colonial y el arte del siglo XIX en México. Otra de mis grandes pasiones es la paleografía, que es la comprensión y trascripción de documentos antiguos de los siglos XV al XVIII; como paleógrafa he trabajado el Criptojudaísmo en la Nueva España.

Cabe agregar que tengo un especial gusto por la literatura; disfruto mucho escribir ensayos, y tengo una marcada afición por el cine; estoy convencida de que este último ha formado buena parte de la construcción del pensamiento contemporáneo, es decir, nuestra forma de pensar está marcada en buena medida por la cultura de las imágenes, y nuestra idea de verosimilitud está determinada por el cine principalmente, lo cual es un fenómeno interesante que falta mucho por estudiarse, y que me atrae por su capacidad de influir en las personas.